domingo, 7 de septiembre de 2014

Gentes de hoja perenne (enviado por Jess)

Hay gentes muy brillantes 
pero de hoja caduca,
que semejan levante en primavera,
embriagante perfume de azahar,
hermosos naranjales levantinos,
-nieve flotando al aire de febrero-
o el mar de los cerezos ribereños
 
en el valle del Jerte:
un milagro mil veces repetido,
mil veces renovado.
Despertar esplendente de la tierra,
explosión de color, de luz, de vida,
de aromas, de perfumes y promesas,
levante en primavera.
Quiera el cielo
que no llegue a destiempo una nevada
ni descargue un pedrisco, ni haya hielos.
Adiós flores, perfumes y promesas
de frutos en sazón.
Un aire, un hielo, el agua o la sequía,
pueden dejar los sueños de futuro
en mascletá final. Pólvora y humo.

Prefiero en las dehesas extremeñas,
la austera reciedumbre de la encina.
Ni flores, ni perfumes, ni colores.
Revestida de un áspero ropaje,
en febrero, en agosto y en noviembre...
No la visitan bellas mariposas,
ni ofrece miel, ni frutas tropicales,
sólo sombra y cobijo al caminante.
humildes frutos a humildes visitantes.
Soportará inmutable
hielo, calor, tormentas, vendavales,
la sed inveterada, año tras siglo.
Y un invierno, al final, sin aspavientos
convertidas en leños y en hogueras,
antes de ser ceniza y ser la nada
serán calor de hogar.
 
También algunas gentes,
como la humilde y recia encina nuestra,
no lucen nunca galas esplendentes
ni levantan pasiones impensables;
se limitan a estar y dar cobijo,
a ofrecer una sombra, ser paraguas
y hasta a inmolar su amor, mudo y secreto.
Ofrecen en invierno y en verano
el mismo aspecto de la encina verde.
Tienen el corazón de hoja perenne.



Jess (Madrigal)


2 comentarios:

  1. Par e impar, limitado e ilimitado, materia y espíritu, realismo e idealismo y si me pongo moralista: el bien y el mal. Asociando el primero a la luz y el segundo, antagónicamente hablando, a la oscuridad. El mundo de las ideas y el mundo de la materia.
    El Doctor Jekyll y Mr Hyde. Jesús y Judas. El yin y el yan. La condición humana y su dualismo que la distingue siempre. Siendo algunas veces complementarios, a menudo discrepantes y a veces coincidentes ambos en un todo único.
    Gracias a tu escrito, Madri, corazón ahora conozco de otro dualismo humano: Tener corazón de hoja caduca o bien disfrutar de uno de hoja perenne. Y pensaba mientras te leía, corazón, que quien sabe si se puede elegir pertenecer a una categoría o a otra. Quizás alguna vez sea coincidente y resultemos caducos y volubles y una simple brisa puede deshojarnos sin más y sin embargo a veces necesitaremos ser como tu fantástica encima, intemporal y que incluso hasta el último de los suspiros, ofreceremos calor y sosiego.
    Magnífica descripción de los paisajes, cariño mío, adictiva esa facilidad que tienes siempre para removernos las emociones. Y eso en ti nunca es caduco sino siempre, siempre, perenne.

    Besitos únicos, para nada dualistas y aún menos moralistas para tí, cielo.

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  2. Carlotta, has captado perfectamente la idea del autor.
    Te faltó incluir en ese elenco de dualismos antagónicos y complementarios a la pareja más maravillosa de nuestra literatura: Don Quijote y Sancho.
    Todos tenemos algo de uno y otro. En unos destaca más D.Quijote, en otros Sancho. Hay gentes de hoja caduca: brillantes, deslumbradores, como levante en primavera, como el Valle del Jerte en la floración de los cerezos, como Sevilla en marzo en la explosión del azahar en sus calles. Gentes de hoja caduca que no soportan una helada tardía, una ventisca de hielo y granizo. Gentes que se mueven como pez en el agua, en las horas del triunfo, pero que se vienen abajo en la adversidad.

    Otros en cambio como la austera encina, sin colores llamativos, sin relumbrón, prestando siempre cobijo, alimento y sombra a quien lo necesita. Resisten los embates del clima, del calor y del frio, sin inmutarse, imperturbables, sin alharacas, y al final de su vida, leño seco, darán calor de hogar, en cualquier caseta del camino (como el olmo seco de Machado) o en cualquier hogar de cualquier de cualquier familia, La encina incluso vieja y seca, aglutina en su entorno a la familia y les mantiene unidos dándoles su luz y su calor.

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