martes, 16 de diciembre de 2014

Felices Fiestas (Enviado por Jess)

Para todos mi felicitación, que en estas fechas navideñas no debe haber exclusiones.
Gracias por todo y en primer lugar por vuestra hospitalidad.

Hallé en vuestro Blog abrigo
como José en el Portal,
y fue mejor que el “hostal”
que José como mendigo
negoció a precio de amigo
para aquella Nochebuena.
Testigos de aquella escena
un buey y una mula fueron
los que al Sol radiante vieron
nacer de la Luna llena

Fue la poesía mi estandarte
que es el lenguaje del alma,
quien me devolvió la calma
con mayor o menor arte.
Hallé en el Blog el encarte
para curar la orfandad,
desterrar la soledad,
y desearos con justicia
lo que es la mejor noticia:
Ya está aquí la Navidad

Una Feliz Navidad,
os deseo, mis amigos,
y abro todos los postigos,
para daros mi amistad.
Respeto, afecto y lealtad,
que vive en al corazón;
no tengo mejor razón,
para el fraternal abrazo
que cierra con fuerte lazo
seis meses de grata unión.

Como nuestro servidor
ahora empieza su andadura;
en la noche fría y oscura
se hizo presente el amor.
Con su luz y su calor,
su alegría y su verdad,
su mensaje de igualdad:
Paz a los hombres y  gloria
a Dios por la gran victoria
que empieza en la Navidad

Jesús (Madrigal)


1 comentario:

  1. Filas de hambrientos. Recuerdo aquellas huchas cuando niño. Donativos para los negritos, para convertirlos al catolicismo y darles de comer. Y nos ponían filminas con vientres hinchados, pieles infantiles pero ya viejos, mujeres jóvenes con pechos de setenta años, hombres apoyando su debilidad en árboles desconocidos. Había que convertirlos a la verdad única porque fuera de la iglesia no había salvación y había que darles de comer porque dios no entra en almas con estómagos dilatados por el hambre, en pezones secos, en muslos sin carne para la caricia.
    Hoy no hay huchas con cabezas de negritos. Ahora todo se desarrolla con higiene y hasta elegancia en las catedrales del consumo. Los voluntarios están plastificados con unos dorsales elegantes. La comida viene enlatada y limpia como si en cada bolsa hubieran metido un detergente invisible. Y dan gusto los macarrones, las lechugas, los flanes. Porque esta no es el hambre miserable del tercer mundo.
    Es el hambre elegante del primero. Y ahora se llaman bancos de alimentos. Me repugna que se denominen bancos. Los bancos son rapiña y no se compadecen con esta generosidad y solidaridad de los que aportan alimentos y de los que emplean su tiempo para preocuparse de los de la fila del hambre. La fila de estómagos vacíos aumenta. Parados viejos para trabajar, pero jóvenes para estar sin trabajo. Jóvenes sin futuro y mayores sin pasado.
    Hogares donde no entra un euro y los niños no desayunan ni comen ni cenan, parejas que no se besan porque tienen los labios cuajados de lágrimas, de angustias, de penas. Viejos que con quinientos euros de pensión hacen sopa de ajos, pero sin ajos y sin huevos porque eso es un lujo para los pobres.
    ¿Cuántos sois? Los que figuran en la ficha (cuando Franco se llamaba cartilla de racionamiento) Seis. Somos seis. Mi marido, mis padres, dos niños y yo. Y el aceite, los macarrones, galletas, leche, naranjas y mortadela. No sientas vergüenza por ser pobre. A mi marido le han dicho que ya lo llamarán. Es mentira. No lo llamarán y ella lo sabe, pero se consuela pensando en el andamio de siempre, en la oficina de siempre, en el camión de siempre. No acepta que serán pobres para siempre.
    Y Rajoy diciendo que somos…Y Montoro diciendo que somos…Y De guindos diciendo que somos…Y Cospedal proclamando que tenemos un gobierno que crea empleo. Y Floriano subido a la gloria de Bernini. Y Wert, que si nuestros hijos no estudian es porque gastamos el dinero en tonterías.
    Una fila de estómagos vacíos. Vacíos de pan, de esperanza, de futuro, de mañana, de luz, de gas. Estómagos huecos. Formando fila porque el hambre también requiere un orden.
    A ver si esta noche le damos una tortilla francesa partida en tres a los niños y un poco de leche con agua del grifo para que ilusione el sueño helado de la chavalería.
    Una fila de estómagos vacíos. La fila de la vergüenza.

    Fernando Navarro

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